La escritora rusa, ahora diríamos ucraniana, Irène Némirovsky escribió en Paris por aquel 1929 esta novela corta que ha resistido muy mal el paso del tiempo, pese a los halagos recibidos por muchos de los grandes periódicos de Europa y ser considerada una obra maestra por la crítica más gagá del continente. La novelita tiene un tono naif, demasiado infantil para ser considerada una autora fundamental del primer tercio del siglo XX.

Con tan sólo 27 años de edad -yo a esa edad ya tenía familia numerosa, dos chicas y un bebé y tenía que trabajar dando clases de literatura y escribir por las noches cuando dormían-, publicó “El baile”. La novela es el retrato de una generación, de unos nuevos ricos rusos blancos huidos de la revolución por su condición, entre otras cosas, de judíos. Fueron antes los soviéticos que los nazis los que los persiguieron.

Némirovsky describe, desde un punto de vista bastante inmaduro y con la rebeldía propia de la adolescencia, cómo eran aquellos millonarios que se habían enriquecido con la Bolsa y con la especulación dineraria. Un claro reflejo de una sociedad decadente que su única motivación era el lujo y la vida desenfrenada. La autora refleja en las páginas de su novela corta, algunas de sus frustraciones: una educación demasiado elitista muy ajena a la visión que tenía cuando escribió la obra, y el trato que su madre la dispensaba, volcando en la narración todo el comportamiento materno que sufría o que creía sufrir. El personaje de Antoinette tiene muchas características de la vida de la propia escritora de Kiev, vida relajada y acomodaticia en el alegre Paris de finales de la década de los años 20 y que todavía no veían lo que iba a venir: el crack de la Bolsa del 29.